SI EL PROBLEMA ES DE LOS NIÑOS ATENDAMOS A LOS PADRES…


Cuando hablamos de problemas en niños, la mejor referencia siempre viene del colegio, es decir del personal docente del respectivo colegio. Niños con problemas de comportamiento, de adaptación, con dificultad para seguir y respetar normas, con conductas oposicionistas, otros retraídos, tímidos, niños violentos, etc. Es decir los comúnmente llamados niños con "problemas de conducta".
Por supuesto que son múltiples las razones o causas que pueden incidir para que estos niños se destaquen más que por habilidades positivas, por comportamientos que podemos llamar insanos, tanto para ellos como para su entorno. En ciertos casos, estos problemas tienen una base orgánica real, por lo general neurológica y la solución se encuentra en distintos tratamientos específicos, muchas veces acompañados de apoyo psicológico. Sin embargo, no es casual que en la mayoría de los casos encontremos que el problema central radica en el tratamiento, aprendizaje o modelaje que está recibiendo en el hogar, y en muchísimos casos es precisamente el reflejo de hogares inestables emocionalmente hablando. Ausencia del padre y en muchos casos de la madre, relaciones tormentosas entre los padres, sobreprotección o descuido, consentimiento exagerado, alcoholismo, violencia familiar y muchos otros comportamientos que son modelados al niño, quien es una “esponja” para copiar y repetir.

Cuando su objetivo es llamar la atención
El niño requiere atención y la va a buscar a como de lugar, el problema es que muchas veces aprende una manera muy insana para conseguir esa atención y puede desarrollar una serie de comportamientos que pueden ir desde la desobediencia hasta la total oposición a todo aquel que para él represente la autoridad, con mayor énfasis en sus padres o figuras que los representen y por supuesto con el docente de turno. Hay muchos hogares en que los padres están muy preocupados por sus propios problemas y les prestan poca atención a los niños. Se ven entonces casi obligados a prestarle atención cuando se portan mal o tienen alguna enfermedad. De manera que aprenden a llamar la atención de sus padres si ellos mismos están en dificultades o si les crean problemas a éstos en forma deliberada.
La mayoría de los problemas de conducta de los niños suele ser una llamada de atención para que los adultos hagamos algo, pero ante la aparición del “mal” comportamiento, los adultos también reaccionamos como niños y en lugar de ocuparnos del problema iniciamos la acostumbrada repartición de culpas entre los mismos adultos, la madre, el padre, la maestra, con el refuerzo implícito de exponer una pelea donde el niño es por supuesto el centro de atracción.

La desobediencia y su relación con la autoridad
Al hablar de desobediencia, es necesario entender que ésta está íntimamente ligada con el manejo de la autoridad y de la tolerancia por parte de los padres. Unos padres autoritarios exigirán "obediencia ciega" por la simple razón de ¡"porque lo mando yo”!, nunca reconocerán un error propio porque "hay que mantener el principio de autoridad". En este caso, la desobediencia es casi inevitable. Pero la desobediencia puede surgir también de un ejercicio demasiado blando de la autoridad. El niño aprende fácilmente o intuye que puede abusar puesto que las amenazas nunca se realizan o los castigos impuestos se levantan siempre apenas comenzados. De manera que el problema de la desobediencia es también entonces un problema de los padres que deben someter a examen su propio concepto de obediencia y tolerancia. En esta polaridad el niño o va a expresar su oposición y se va a revelar ante la implacable autoridad, generalizando su desobediencia hacia todo aquello que la represente, o sencillamente hará siempre lo que mejor le provoque, independientemente de las órdenes que reciba, porque no hay consecuencias negativas para él por su mal comportamiento.
Otras razones que inducen a la desobediencia está en la incongruencia de lo que se espera del niño, que hace que se presenten situaciones en las cuales haga lo que haga, el resultado será siempre el mismo, lo castigan si actúa de una forma y lo castigan si actúa de otra forma.

El bajo rendimiento
Es cierto que muchos niños tienen problemas de aprendizaje y también es cierto que muchas veces estos problemas vienen acompañados de problemas de atención y concentración, que en ambos casos pueden tener su origen en componentes genéticos o ciertos desajustes orgánicos. Pero en la experiencia también encontramos con frecuencia que el bajo rendimiento también es consecuencia de muchos problemas en el hogar que el niño no sabe enfrentar, porque incluso no tiene la capacidad para poder entender las situaciones que le toca a veces vivir. Problemas éstos que se traducen en los síntomas típicos del Déficit de Atención (DDA), dado que el niño aprende a “desconectarse” y aislarse lo que le resulta más fácil que tratar de entender lo que está sucediendo.
Por otra parte, también se presentan los problemas cuando los padres delegan la formación académica única y exclusivamente en la escuela y los maestros, ocupándose solamente de que sus hijos tengan todo el material que se les solicite, el pago del colegio y de ahí en adelante que la institución educativa se haga responsable del desarrollo educativo y académico del niño, quien por su propia iniciativa y naturaleza de niño, tenderá a la apatía dentro del salón de clases, prefiriendo otras actividades más placenteras para él, en lugar de contar con la motivación necesaria para aprender y realizar las actividades propias de su formación.

Cuando el niño sufre
No solo los típicos problemas de comportamiento como los antes expuestos son los que se suelen presentar, también existen situaciones de angustia y desasosiego emocional que afectan al niño y que se convierten para él en un sufrimiento, sobre todo aquellos que dificultan su normal desenvolvimiento social y escolar, como miedos exagerados, bien a la oscuridad, a estar solos, a los animales, a fantasmas, etc. Miedos estos que dejan de ser normales para convertirse en miedos fóbicos asociados a síntomas de ansiedad, hasta el extremo de desarrollar fobias sociales, expresada con miedo a la interacción con otros, a no dar la talla en clase y desarrollar trastornos de evitación, generando grandes dificultades para su desarrollo y desempeño social.
Por supuesto, aquí también existe mucha responsabilidad en la manera como los padres se comportan con sus hijos y el modelaje de sus actos. Por ejemplo, dormir con el niño, la manifestación de preocupación excesiva, temores que no se corresponden con un peligro real, son algunos de los comportamientos que delimitan el perfil ansioso que será transmitido al niño.
Muchas veces es la sobreprotección que se manifiesta por el temor de los padres a que le pase algo al niño o que cometa errores que lo puedan hacer “sentir mal” ante otros, llegando al extremo de no dejarlo hacer hasta las cosas más sencillas como anudarse sus zapatos o hacerle las tareas, atrofiando el normal proceso de aprendizaje de las cosas que ha de ir haciendo por sí mismo. Por supuesto, la consecuencia en el niño es la ansiedad como respuesta biológica para protegerse anticipando posibles peligros que suelen estar exagerados en su proceso de aprendizaje.

Haciéndonos responsables
La intención de los aspectos expuestos no es cargar de culpa a los padres o responsables de la crianza y desarrollo de los hijos. Pero la experiencia nos dice que si problemas como los expuestos u otros similares, en una proporción muy alta, tienen su raíz en el núcleo familiar, es importante que quien tenga la responsabilidad, que muchas veces recae sólo sobre la madre, el padre, los abuelos u otros familiares, tenga en consideración que más que presentar al niño como el problema, efectúen una reflexión en todas las variables que pueden en un momento dado estar interviniendo y que estén también a su alcance corregir, por ejemplo escasa atención de los padres, padres que aspiran a la perfección, privación al niño de satisfacciones y privacidad cuando no cumple con exigencias desmedidas, celos por el nacimiento de un hermano, etc.
Si sabemos que muchas de los problemas son consecuencia de la llamada de atención por parte del niño a los padres, es importante compartir con el niño tiempo suficiente para establecer dichos vínculos. Es importante preguntarnos si el niño se siente querido dentro de su núcleo familiar. Los lazos afectivos bien establecidos son fundamentales para la estabilidad del niño y para prevenir posibles conductas disruptivas.
Por otra parte, para un adecuado desarrollo emocional-conductual del niño, es muy positivo que los padres, atiendan sus propios procesos emocionales, o por lo menos puedan controlarlos para que el niño no los perciba de forma angustiosa. Por supuesto esto puede resultar difícil en caso de situaciones de maltrato o separaciones traumáticas, pero en todo caso el niño es el menos responsable de la situación.

Por último, siempre es importante recordar que la mayoría de los problemas emocionales que podemos presentar como adultos, vendrán gestados en la calidad de vida que llevamos como niños. Es muy cierto eso que tanto escuchamos que los niños no vienen con el “manual” y educarlos es una tarea que requiere mucha dedicación. Vale la pena encontrar y aplicar ese “manual”

Gerardo J. Velasquez D.