LA ADOLESCENCIA

El camino para dejar de ser niño y convertirse en adulto Más que una crisis, como suele llamarse, me gusta llamar esta etapa de la vida como un camino. Un lindo e interesante camino que se ha de recorrer y que definitivamente será determinante en el resto de la vida de todo ser humano. Determinante porque es en esta etapa cuando se define la esencia de la personalidad, se consolidan los valores, las creencias y la definición del rol que se ha de jugar en la sociedad. Son muchos los cambios que se distinguen en esta etapa de la vida. Cambios que van a afectar al joven tanto en su aspecto físico y biológico, como en su desarrollo emocional, social y afectivo. Al mismo tiempo que se hacen más altos, comienzan a afeitarse o llega la menstruación en las niñas, también comienzan a pensar y a sentir de forma diferente. Es durante la adolescencia que comenzamos a aprender sobre el mundo que nos rodea y a encontrar nuestro lugar en él. Los jóvenes a esta edad anhelan la excitación en una forma que la mayoría de los adultos encuentran difícil de comprender, incluso actividades excitantes que pueden resultar peligrosas. También en esta edad se tienen las primeras experiencias con la bebida, el cigarrillo, con drogas, y las advertencias de los padres, educadores y otros adultos al respecto suelen ser ignoradas. Se vuelven más inconformistas y críticos con respecto a los adultos que ejercen sobre ellos algún tipo de autoridad como sus padres y profesores, y buscan el refugio y el consejo de compañeros y amigos de su misma edad. LOS ASPECTOS PSICOLÓGICOS Uno de los aspectos más importantes a considerar acerca de la adolescencia es el cambio e impacto psicológico que enfrentan tanto los jóvenes adolescentes, como sus padres, quienes suelen olvidar que también les tocó vivir esa etapa en su vida y comienzan a cuestionarse o desesperarse ante la realidad de tener que enfrentar situaciones con su hijo que ha dejado de ser un niño, pero que aún le falta un largo período que recorrer para ser adulto. Por eso es común escuchar a madres y padres de jóvenes en esta edad de la vida que comentan, o consultan porque “La conducta de mi hijo es incomprensible”, “siempre fue un niño muy dócil, pero ahora…”, “pienso que no he sabido educar bien a mi hijo y ya no sé que hacer”, “le hemos dado de todo, hemos intentado hablar, pero es imposible, nos sentimos incompetentes”. Algunos de los problemas que suelen surgir se originan cuando los jóvenes comienzan a desarrollar sus propios puntos de vista que con frecuencia no son compartidos por sus padres. En la búsqueda de su propio sentido de identidad comienzan a aislarse de la familia para pasar gran parte de su tiempo en compañía de personas ajenas a la familia, generalmente otros jóvenes, o hablando por teléfono o chateando. Lo cual también puede irritar a sus padres. En esta época, la manera de vestir y la apariencia física se convierten en algo muy importantes, bien como forma de expresar solidaridad con los amigos o bien como una forma de declarar su creciente independencia de la familia. En consecuencia, los padres suelen sentirse rechazados, y en cierto sentido lo son. Pero este rechazo aparente es necesario para que el joven llegue a ser un adulto con una identidad propia. Aunque los enfrentamientos y discusiones sean frecuentes, los adolescentes suelen tener un alto concepto de sus padres. Los rechazos y conflictos no suelen tener que ver con la personalidad de los padres, sino más bien con el hecho de que es de sus padres de quien tienen que independizarse si quieren tener su propia vida. CAMBIOS RELEVANTES EN EL COMPORTAMIENTO Es importante reconocer algunos de los siguientes comportamientos que suelen presentarse en el adolescente y que vale la pena reconocer en aras de entenderlos y aceptarlos como propios de esa etapa de la vida: Comportamiento oposicionista, como consecuencia de la necesidad que tiene de autoafirmarse, de formar un yo diferente al de sus padres a los que ha estado estrechamente unido hasta ahora, con necesidad de autonomía, de independencia intelectual y emocional. Conducta narcisista. Le concede una importancia extrema a su físico, puede lamentarse por un grano en la nariz, obsesionarse por la ropa, por estar gordo o delgado… quiere estar constantemente perfecto aunque su visión de la estética no tenga nada que ver con la de los padres. Falta de confianza en sí mismo. Sufre a causa de sus propios cambios físicos que no siempre van parejos con su crecimiento emocional, ya que la madurez física siempre precede a la psíquica, con lo que a veces se encuentra con un cuerpo de adulto, que no corresponde a su mente, generando con frecuencia sentimientos de inseguridad Inconsistencia afectiva, a veces con la sensibilidad a flor de piel y otras en las que parece carecer de sentimientos. Un día sorprende a sus padres (o alguno de los dos) con un efusivo abrazo y otro día rechaza cualquier muestra de cariño. Un día sin motivo aparente se despierta todo malhumorado, probablemente a consecuencia de un ajuste hormonal. Exceso de individualidad, como afirmación del yo, con gusto por la soledad, el secreto, las excentricidades en el vestir, o en su forma de hablar o de pensar. Necesita reformar, transformar el mundo, ser distinto y especial. Crisis social, con una rebelión en cuanto a los sistemas de valores de los adultos y las ideas recibidas. Achaca al adulto sobretodo su falta de comprensión y el hecho de que atenta contra su independencia. Sentimientos angustia, como consecuencia de esa incongruencia de no ser niño ni adulto que lo expone a una frustración continua. Por una parte se le exige que actúe como un adulto (en sociedad, con responsabilidad) y por otra se le trata como un niño, se le prohíbe vestir de una u otra forma, o se reglamentan sus salidas nocturnas, etc.… Esta angustia se suele expresar con: .- Agresividad, manifestada con malas respuestas, portazos, peleas con los hermanos, etc. .- Miedo al ridículo, sobre todo ante compañeros o amigos por estar haciendo actividades o vestir en forma inapropiada según sus intereses, cuyo miedo puede tener manifestaciones físicas como taquicardia, trastornos gastrointestinales, etc.… .- Angustia expresada de forma indirecta como miedo a los exámenes (quedarse en blanco), timidez extrema, miedo a desagradar, reacción de rechazo cuando se le dan muestras de cariño, tanto en público como en privado, etc. CONSEJOS A LOS PADRES Aunque pueda decirse cualquier cosa en el calor del momento, no cabe duda que los padres todavía juegan un papel crucial en la vida del sus hijos adolescentes, sólo que ahora les toca jugar de una manera distinta. Ya el hijo dejó de ser un niño, pero sigue requiriendo de mucho apoyo. La preocupación de los padres se suele asociar con los períodos de incertidumbre, confusión e infelicidad experimentados por los adolescentes. Pero, a pesar de todo esto, es importante no olvidar que antes de llegar a la adolescencia ya se han sembrado valores y se ha modelado un comportamiento, y aunque pueden venir tiempos difíciles, la mayoría de los adolescentes no desarrollará problemas graves. Si ya se sabe que el hijo adolescente experimentará cambios de humor, entonces hay que prepararse para aceptarlos. Criticarlo generará más conflictos en el futuro. El ser autoritarios, siempre tomando las decisiones unilateralmente generará hijos incapaces de hacer nada porque siempre tendrán miedo, y si la rigidez ha sido mucha, lo más probable es que la conducta oposicionista sea mucho más severa. El mantener la sobreprotección tampoco favorece al adolescente y reforzará conductas de timidez, inseguridad, incapacidad para tomar decisiones. Sobreprotección que no es otra cosa que el mismo miedo de los padres a la separación que tarde o temprano ha de llegar respecto a sus hijos. Por otra parte, la excesiva permisividad puede ser también muy dañina. No hay que olvidar que es una etapa donde el adolescente no es lo suficientemente maduro para evaluar el riesgo que enfrenta en esa nueva independencia. De allí que algunos padres por propia comodidad o por temor a ser impopulares ante sus hijos, exageren en mantener actitudes de concesión constante. Como todo en la vida, el equilibrio es la mejor forma. La idea es formar hijos con confianza en sí mismos, con altos niveles de autoestima y una independencia sobre todo responsable. De manera que hay que valorar la autonomía pero también reforzar la conducta disciplinada y ordenada. Hay que saber decir no, dando las explicaciones adecuadas, manteniendo una comunicación amplia y sincera, lo que disminuye las tensiones y por otra parte ayuda a que se detecten con tiempo los problemas que puedan presentarse, como la bebida, problemas escolares, drogas, etc.… que de no encauzarse adecuadamente pueden ser muy graves. Hay que alentar la toma de decisiones, dando los consejos adecuados, pero no imponiendo siempre su criterio. Es mentira que el hijo adolescente va a dejar de querer a sus padres por las restricciones que han de imponerse en su bienestar. Cuando el proceso se torna muy dificultoso, siempre es conveniente la ayuda profesional. 

Gerardo J. Velásquez D. 

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