AMAR VERSUS SOPORTAR A MI PAREJA


En el día a día de la actividad psicoterapéutica es muy común la presencia de muchas mujeres que se dan cuenta y se atreven a consultar por el hecho de estar inmersas en una relación, donde es mayor el sufrimiento y la angustia que el placer de convivir con otra persona. Relaciones que se desarrollan en un clima de celos, gritos, reproches, insultos y hasta maltratos físicos, seguidos en el mejor de los casos, de un arrepentimiento o perdón para luego repetir una y otra vez el mismo guión de la insana relación.

En ese darse cuenta escuchamos afirmaciones como “se que debo dejarlo pero no puedo”, “el problema es que lo amo mucho”, “estoy segura que él me ama, pero tiene problemas y no quiere recibir ayuda” y muchas otras parecidas, que encierran a la persona en una angustia mayor por saber que las cosas andan mal pero no sabe qué y cómo hacer para que cambien.

En nuestra cultura era fácil entender que en una relación de pareja las responsabilidades siempre estuvieron predestinadas a que el hombre se encargara del trabajo fuera de la casa en búsqueda del sustento económico para la familia, mientras que la mujer aceptaba el trabajo no menos importante y mucho más exigente de llevar las actividades del hogar, aceptando como parte de su razón de ser el título de “Ama de Casa”. Esa situación se prestó con mucha frecuencia a situaciones de abuso de parte del hombre como “proveedor” sobre una mujer insegura, en una relación de dependencia que podía hasta justificar que muchas mujeres aceptaran y se acostumbraran a vivir soportando maltratos, infidelidades y otros abusos, dado que su preparación en la mayoría de los casos no le permitía acceder a una actividad laborar en igualdad de condiciones.

Hoy, a pesar que la historia ha cambiado y podemos ver a la mujer inmersa en todo tipo de actividades profesionales, incluyendo aquellas que siempre fueron reservadas para los hombres, cuesta un poco más entender como sigue siendo muy alto el número de mujeres que aceptan vivir sufriendo en este tipo de relaciones tormentosas, sintiendo que dan mucho para lo poco que reciben a cambio, o peor aún para recibir solo maltratos y vejaciones.


Culpemos al amor: Como también es común en nuestra cultura, alguien o algo ha de hacerse responsable o culpable por las cosas que nos suceden. Así que ¿por qué no atribuirle al “amor” esa razón que lleva a una persona a sufrir?
Si bien es cierto que el amor es un sentimiento y como tal se pudiera afirmar que no está sujeto al control racional, quién ha dicho que a cuenta del amor ha de aceptarse el sufrimiento. Una cosa es amar y otra cosa es que a cuenta del amor se lleguen a tolerar situaciones que van en contra de la misma integridad de los seres humanos. Amar y tolerar no son sinónimos, tolerar es una decisión de aguantar, de soportar, de resistir una carga. Si el amor es así de pesado, bien vale la pena decidir no cargarlo y acabar con la relación, de lo contrario las consecuencias irán empeorando y se hará cada vez más difícil romper ese círculo vicioso.

Perder el Objetivo:Dos preguntas me gusta precisar cuando hablo con una persona que inicia y decide mantener una relación de pareja: ¿para qué decidió vivir en pareja? y como consecuencia y en concordancia con la respuesta ¿qué significa para ella una relación sana?. En otras palabras, como cito en mi artículo “¿Hasta que la muerte nos separe?”, siempre que decidimos vivir en pareja es porque tenemos un proyecto de vida en el cual queremos tener a nuestro lado a alguien para compartir nuestra vida y generalmente para construir una familia, y en ese proyecto también aspiramos que la relación con esa otra persona a quien hemos elegido para tal proyecto, nos brinde amor, compañía, presencia, respeto, disfrute, hijos, solidaridad, etc.
Sin embargo y a pesar que las respuestas suelen coincidir en el objetivo citado, la realidad nos enfrenta con relaciones donde hay sexo pero no hay placer, hay compañía pero no hay respeto, hay hijos pero no hay un compartir, hay desequilibrio en las responsabilidades y poca solidaridad.¿hay amor?. Lo que si es seguro encontrar son sentimientos de rabia, ansiedad, impotencia, desesperación, desvalorización, falta de confianza y frustración.

Teniendo claro el objetivo y cómo es el camino, entonces es fácil determinar cuando estamos en el barco equivocado y en consecuencia darnos cuenta que el destino será distinto al originalmente trazado. O el capitán vira el curso o nos toca cambiar de barco.

Algunas consideraciones que llevan a la aceptación:Cuando interactuamos con personas que están viviendo en este tipo de relaciones que podemos llamar insanas o tormentosas, encontramos que hay ciertas características que se repiten, destacándose y generalmente combinadas, el poco amor a sí mismos, las creencias, los miedos, la defensa del machismo y por supuesto la propia responsabilidad de encarar y asumir los riesgos involucrados en toda decisión.
La baja autoestima: No es difícil encontrar que el elemento de mayor peso que lleva a una persona a aceptar este tipo de relaciones, tiene que ver con el valor que se ha dado a sí misma, al extremo de creer que no será capaz de encontrar otra persona que pueda valorarla y quererla. De esta manera se encuentra con alguien que se encarga de llenarla de críticas, insultos y toda clase de mensajes negativos que son asumidos como auténticos en su muy deteriorada autoestima. Al extremo que no sabría que hacer cuando se presenta otra persona que contradice los juicios negativos que tiene sobre sí misma.
Las creencias: A través de la historia individual las personas venimos recibiendo mensajes y viviendo experiencias que dan lugar a generalizaciones que se transforman en las “verdades” de la vida para cada quien. Solemos escuchar a mujeres afirmando creencias como “ya no hay hombres disponibles, o están casados o son homosexuales”, “si me cela es porque me quiere”, “el amor lo puede todo y se que cambiará”, “en toda relación hay uno que ama más”, “hay que sacrificarse por los hijos”, etc. Si a estas creencias le sumamos la baja autoestima, obviamente será muy difícil enfrentar los miedos que se conectan a la pérdida de la relación.
Los miedos: Evidentemente el miedo que se presenta tiene que ver con el miedo a la soledad y el temor de no ser capaz de conocer a otra persona que le brinde una sana compañía. Y en casos más patológicos el miedo ante amenazas de agresión a la pareja o a sí mismo, llegando en estos casos a la coerción a través de constantes amenazas utilizando el miedo para controlar a la otra, como el caso de amenaza de suicidio si lo dejan, que la va a dejar de querer, que va a contar sus secretos, etc.
El llamado machismo: Por supuesto también unido a las variables anteriores, donde encontramos a una mujer que ha vivido aprendiendo que el hombre tiene derechos que ella no posee. Creciendo en una sociedad que sigue reforzando al machismo, empezando por la misma mujer que lo critica, pero que educa a sus hijos quitándoles toda responsabilidad en el hogar por ser cosas de mujeres y hasta delegándolas en las hermanas. Donde se celebra que el hijo varón tenga más de una novia y hasta le llegan a expresar abiertamente a las hijas que “a los hombres hay que aguantarles muchas cosas” trasladándole a esas hijas el miedo e indecisión que han llevado en su propia relación.
La responsabilidad: Desde mi juicio el elemento más importante en esta situación es aceptar responsablemente que todos tenemos el poder para realizar un cambio, que es absolutamente falsa la idea de que podemos cambiar a la pareja. De ese cambio sólo él podrá hacerse responsable.

¿Qué hacer?:Sí como hemos visto, las razones fundamentales que llevan a una persona a aceptar este tipo de relaciones insanas y tormentosas tiene su base en la autoestima, el miedo y las creencias, es lógico también suponer que el proceso empieza por la reflexión de la persona sobre el valor que se tiene a sí misma, y que ha de comenzar un trabajo individual que la ayude a desarrollar una autoestima sana, que la persona aprenda a valorizarse íntegramente, que se sensibilice frente a sí misma, que despierte su asertividad y su autorespeto. Un trabajo que también la ayude a encontrar y modificar las creencias que se esconden como verdades en su impresión de la vida y por supuesto aclarar sus miedos que son en definitiva los que ha de enfrentar con valor, entendiendo que esta emoción o sentimiento es imposible no sentirlo ante cualquier incertidumbre que acompaña todo proceso de cambio.
En otras palabras, es fundamental sanar heridas propias antes de intentar sanar las de la relación, de lo contrario se pondrán solo parches o se recaerá en otra relación de características similares.
Si ya se ha dado cuenta que está soportando a su pareja, en lugar de amándolo, lo mejor es actuar. Si ha hecho todos los intentos con pocos o nulos resultados, es momento de convencerse que la relación no va en el rumbo deseado y lo mejor es terminarla y vivir el dolor de la pérdida, que con toda seguridad lo sanará el tiempo y se abrirá el camino para una nueva y sana relación.

Cuando el juego es de los dos:Igualmente estamos ante una relación insana cuando ambos en la pareja se han acostumbrado al juego de vivir en el maltrato, las peleas frecuentes y por tontos motivos, gritos e insultos, celos, distanciamiento y silencios entre ellos, en fin, aquellas cosas muy distintas a las que planearon en su objetivo de vivir en pareja.
Siempre es importante darnos cuenta que para jugar se necesitan dos. Por lo tanto el darse cuenta debe venir acompañado con el retiro del juego. Aquí si se puede plantear que además del trabajo individual ambos estén de acuerdo en buscar quien los ayude a encontrar el retorno al camino, o en algunos casos a canalizar sanamente la inevitable separación.

Gerardo J. Velásquez D.